Cerré mi primera empresa porque no me hacía feliz
Cuando cerré mi primera empresa lo hice porque toqué fondo. Después de 2 años el retorno que recibía de mi negocio no me parecía ni justo, ni alentador.
Descubrí que había montado mi negocio para ser libre y disfrutar de la vida que yo quisiera tener. Pero nunca me había dado permiso para definir, de verdad, la vida que quería para mí.
Tienes que saber qué quieres, y trabajarte tú para lograrlo
Empecé a trabajar para personas que tenían un negocio propio, y a medida que fui conociendo a otros emprendedores (de distintas edades, orígenes, países, y sectores), identifiqué una constante: estaban casi todos tan desorientados como lo había estado yo.
No sabían qué querían, no analizaban si una herramienta concreta tenía sentido para sus negocios, no estaban preparados para darse visibilidad, asumir el éxito, confrontar el rechazo…
Además descubrí que, en la mayoría de las ocasiones, lo que falla en un negocio no es la falta de recursos o estrategias, sino nuestros propios sabotajes, inseguridades y monstruos en el armario.