La paradoja del éxito: lo logras y te invade el vacío
Dicen que después de ganar una medalla olímpica, un Óscar o cualquier gran reconocimiento, muchas personas experimentan una crisis de identidad. Pero no hace falta ser una estrella de Hollywood para sentir esto.
Esta sensación también aparece cuando terminas un máster, cuando te mudas a la ciudad con la que soñabas o cuando por fin renuncias a ese trabajo que odiabas. Incluso cuando consigues tu primer cliente y, en vez de euforia, lo que sientes es miedo.
Y ojo, porque este bajón no solo llega cuando ya estás «arriba». Ocurre en cada micro-hito del camino. Es lo que sienten los corredores después de un maratón: el famoso marathon blues.
Te preparas, entrenas, lo visualizas, cruzas la meta, te cuelgan la medalla y… un vacío brutal.
El éxito como trampa mental
Siempre he sido de esas personas que necesitan un gran objetivo delante para sentirse vivas. Que no saben estar quietas, que siempre buscan el siguiente reto. Y aunque eso suena ambicioso y motivador, en realidad es una trampa.
Porque cuando lo logras, en vez de disfrutarlo, te preguntas: «¿Y ahora qué?». Y ahí viene el bajón. La sensación de vacío.
Me ha pasado con cada proyecto, con cada hito, con cada logro grande y pequeño que he conseguido. Y, encima, sentía culpa. Porque cuando lo cuentas en voz alta, parece que estás siendo ingrata. Como si nada fuera suficiente.
Las trampas mentales en las que caemos
1. «Cuando consiga esto, voy a ser feliz»
Error clásico. Nos metemos en la cabeza que la felicidad está en el futuro, en un punto concreto. Pero cuando llegamos, nos damos cuenta de que no nos sentimos como esperábamos.
2. «Hasta que no llegue ahí, no puedo parar»
O dicho de otro modo: «No me merezco disfrutar hasta que lo logre». Y así nos privamos del derecho a sentirnos bien en el proceso.
3. «Si no estoy luchando, no valgo»
Esta es durísima. Hay personas que solo saben vivir en la pelea. En el sacrificio. Porque es ahí donde sienten que se han ganado su lugar.
Si te reconoces en alguna de estas trampas, ojo. Porque esto no se resuelve con otro logro más.
Cómo he aprendido a gestionar esta sensación
No lo tengo resuelto al 100%, pero estas cosas me han ayudado:
1. Redefinir qué significa éxito para mí
Antes, éxito era alcanzar la meta. Ahora lo veo como un proceso continuo. No hay final, hay evolución.
2. Darme permiso para saborear el logro
Si no nos permitimos celebrar, ¿para qué lo hacemos? Ahora intento hacer pausas y disfrutar.
3. Tener claro mi siguiente «juego» antes de llegar
No se trata de estar siempre corriendo, sino de saber qué quiero explorar después. Y a veces, el siguiente juego es descansar.
4. Rodearme de personas que no me dejan caer en la trampa del «y ahora qué»
Cuando consigues algo grande, necesitas gente a tu lado que te ayude a ver lo que has hecho y a celebrarlo.
5. Aceptar que la sensación de vacío es parte del proceso
Antes me peleaba con ella. Ahora la veo como lo que es: una señal de que estoy en transición.
Si aún no has llegado a tu meta…
Si leyendo esto has pensado: «pues ojalá tener ese problema», porque todavía estás en el camino, quiero que sepas algo:
No tienes que esperar a «haber llegado» para aplicar todo esto.
No tienes que posponer la paz mental hasta que consigas el dinero, los clientes, la estabilidad o lo que sea que estás persiguiendo. Si construyes ahora una relación más sana con tus objetivos, cuando los logres no te va a caer encima este bajón.
Si te ha resonado lo que cuento, dale play al episodio del podcast y cuéntame en los comentarios: ¿alguna vez te ha pasado esto? ¿Cómo lo has gestionado?
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