Cuando algo suena ideal, pero tu cuerpo dice otra cosa

Hace poco dejé pasar una de esas oportunidades que, en teoría, tienen todo para ser un sí rotundo. El tipo de oportunidad que te susurra “esto es justo lo que necesitas” y que, si se la contaras a alguien más, probablemente te diría: “Tía, estás loca si no lo haces”.
Y sin embargo, no lo hice.

No por miedo, ni por falta de recursos, ni por dudas reales sobre su valor. La dejé pasar porque, en el fondo, algo no me cerraba. Y eso fue suficiente.

No era un curso más

El programa me había llamado la atención desde hacía tiempo. No prometía triplicar ventas ni darme una fórmula mágica para escalar el negocio. Trabajaba en otro plano: el emocional, el mental, ese donde las transformaciones no se ven de inmediato, pero se sienten.

Por eso mismo lo fui postergando. Porque no era urgente. Porque no podía justificarlo con un ROI inmediato. Pero este año decidí que ya era hora. Me anoté al taller previo que ofrecía la misma creadora del programa, y aunque era caro, fue potente.

Al terminar el taller, nos ofrecieron descontar ese importe si entrábamos al programa completo. Me pareció lógico, lo anoté mentalmente, y me dije: cuando abran inscripciones, me lanzo.

La trampa de los detalles (y del silencio)

Llega el lanzamiento. Me pierdo el webinar en vivo (como siempre), así que no me entero de la promo exclusiva de los primeros 30 minutos. Pero al día siguiente recibo el mail con el link de inscripción.

Voy decidida a pagar, y justo antes me acuerdo del descuento del taller. Reviso los mails. Sí, ahí está: el mensaje donde dicen claramente que quienes hicieron el taller pueden descontarlo del precio final. Pero no hay botón, ni cupón, ni instrucciones.

Escribo al soporte explicando todo. Me responden rápido, pero para decirme que ese descuento no aplica en esta edición. ¿Perdón? ¿No fue parte de este mismo lanzamiento? ¿No me lo prometiste hace apenas unas semanas?

Silencio. Ni una respuesta directa.

Un día después, otro mail, esta vez general: ¡sorpresa! La promo del webinar, que duraba solo 30 minutos, ahora está disponible todo el día. Y además, me llega otro mensaje (sin contestar el hilo original), sugiriéndome aprovechar esta otra oferta… en lugar del descuento prometido.

Cuando algo no encaja, no encaja

Y ahí me explotó la disonancia interna.
Porque la coherencia es una de las grandes banderas de esta persona. El “haz lo que dices que vas a hacer”. El “honra tu palabra”. Y sin embargo, ahí estaba yo: con un descuento que se prometió pero no se cumplió, con un lanzamiento que se abría y cerraba según conveniencia, y con un mail que claramente fue ignorado.

¿Podía pagar menos? Sí.
¿Tenía más beneficios? También.
¿Estaba cómoda con la forma? No.

Y eso fue todo.

El precio de no traicionarte

A veces, la oportunidad perfecta lo es solo en apariencia. Y lo difícil no es dejarla pasar: lo difícil es sostener tu decisión cuando todo el mundo te diría que estás desaprovechando algo grande.

Pero si algo aprendí, es que cuando la forma en que alguien hace las cosas no se alinea con tus propios valores, por más irresistible que sea el fondo, hay una grieta. Y esa grieta, si la ignorás, se convierte en fisura.


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